jueves, 8 de octubre de 2015
SIN PROPUESTAS PARA CRECER CUIDANDO EL AMBIENTE. HÉCTOR ZAJAC
El derrame de cianuro en la mina Veladero, cuenca alta del Jáchal es un emergente de un conflicto central entre crecimiento y ambiente negado por quienes la gobiernan, y sobre el que no se han pronunciado quienes pretenden gobernarla. Un escenario polarizado y ausente de debate. Por un lado, un “explotacionismo” irresponsable expresado por el oficialismo que salió a defender la actividad y al gobierno provincial, previo a un resultado concluyente en las investigaciones de la fiscalía federal. Por el otro, un conservacionismo voluntarista que soslaya las necesidades de un país en desarrollo que depende de sus recursos para crecer.
Más allá de su tendencia a la conformación de enclaves que duran lo que el mineral, y a la falta de eslabonamientos económicos verticales y horizontales, el problema de la minería a cielo abierto no está en la actividad en si misma, que brinda cuantiosas divisas en países desarrollados. Sino en la singularidades geográficas y políticas con que se manifiesta en el nuestro. El veto del Ejecutivo a la ley de glaciales que prohíbe alteraciones en sus inmediaciones prepara la escena. El mineral se encuentra en zonas periglaciales de la alta cordillera, fuente de ríos que son vía única de acceso al agua para pueblos enteros de los valles bajos con “agricultura de oasis” (regadío en áreas de extrema sequedad anual) en Cuyo y NOA. El uso intensivo del agua y de tóxicos, para separarlo en diques llamados “de cola” en las nacientes, tectónicamente activas, es una bomba de tiempo al margen de cualquier recaudo. Provincias pobres donde el estado es el principal empleador, sin un rol definido dentro de un modelo de desarrollo nacional no vacilan en vender su naturaleza a los rigores de un capital con reglas de juego ambientales, económicas y técnicas distintas según sean “la casa o la visita”.
Un patrón similar, aunque bajo una disposición geográfica menos adversa se repite en Vaca Muerta, dónde la superposición territorial entre los yacimientos, con los escasos acuíferos subterráneos necesarios para su explotación, y el hábitat de un colectivo vulnerable que depende de ese agua para sobrevivir, genera un serio conflicto de intereses.
La inevitable transformación ambiental de una nación que crece aprovechando su potencial de recursos en un mundo donde el deterioro en los términos de intercambio de materias primas es cosa del pasado, arroja ganadores y perdedores. No se trata solo de que los primeros superen a los últimos como criterio de avance, sino de precisar la naturaleza y el grado de fragilidad de la relación que los perdedores tienen con el entorno, arbitrando mecanismos para protegerlos o compensarlos. Dentro de un paradigma que les confiera participación y protagonismo. Procurando una sinergia entre conocimiento y gestión para determinar límites y posibilidades de uso sustentable del patrimonio natural. Veladero interpela la retórica vacía de una clase política sin respuestas en cuanto a los modos de reconciliar lo que hasta ahora ha sido una ecuación excluyente.
Héctor Zajac
Geógrafo (UBA- Universidad de Nueva York)
Ver en:
http://www.clarin.com/opinion/Megamineria-Crecimiento-Recursos_Naturales_0_1445255504.html
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