DOCUMENTO DE ANALISIS REALIZADO POR EL DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA DE LA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL ANTE
LA PROPUESTA DEL NUEVOS DISEÑOS CURRICULARES DE GEOGRAFÍA PARA EL CICLO BÁSICO
DEL NIVEL SECUNDARIO
Ante la propuesta emanada del Ministerio de Educación de la provincia de
Santa Fe acerca del nuevo diseño curricular, el Departamento de Geografía de la
Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del
Litoral, estima conveniente expresar algunas consideraciones que deberían
tenerse en cuenta al momento de repensar la enseñanza de la geografía en el
nivel medio. Asimismo cabe destacar que es la FHUC la única institución del
territorio provincial donde se efectúa la formación universitaria de profesores
en geografía.
En primera instancia se valora que la propuesta curricular recupere los
espacios disciplinares específicos para la geografía y la historia, lo que no
niega las relaciones que se deben establecer necesariamente entre ambas ciencias
en pos de la comprensión de una teoría social que las contiene.
En los problemas que enfrentan las sociedades en las últimas décadas hay
un fuerte peso de la territorialidad: cuestiones de fronteras, desplazamientos
poblacionales, bloques económicos, procesos de metropolización, fragmentación
urbana, urbanización de espacios rurales. En este sentido Soja[1]
demanda una imaginación geográfica y espacial, que le dé al espacio el lugar
que le corresponde como parte de una teoría social crítica. Para lo cual se
basa en las posiciones de Foucault y en su búsqueda de una historia social del
espacio, como así también en las posturas del filósofo marxista americano
Marshall Berman[2] en el planteo que realiza acerca de
la integración que se debe dar en la modernidad tanto de la velocidad
como de la simultaneidad. Desde esta perspectiva Joaquín Brunner[3], retomando a Marshall Berman define a la modernidad
como “un modo peculiar de experiencia vital”. Ser moderno afirma, “es
encontrarse en un ambiente que promete aventuras, poder, alegría, desarrollo,
transformación de uno mismo y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza a
destruir todo lo que tenemos, todo lo que conocemos, todo lo que somos. Los
ambientes y las experiencias modernas traspasan todas las fronteras de la
geografía y las etnias, de las clases y las nacionalidades, de las religiones y
las ideologías: en este sentido se puede decir que la modernidad une a toda la
humanidad. Pero se trata de una unidad paradójica, una unidad de desunión: nos
introduce a todos en un remolino de desintegración y renovación, de lucha y
contradicción, de ambigüedad y de angustia perpetuas. Ser moderno es formar
parte de un mundo en el que, como dijo Marx, ‘todo lo sólido se evapora en el
aire´”.
Recuperando a Foucault[4]: “el presente, tal vez
sea la época del espacio; vivimos una época del espacio; vivimos una época de
simultaneidad, caracterizada por la yuxtaposición; lo lejano y lo cercano; el
lado a lado; lo disperso; y nuestra experiencia hoy está menos centrada en el desarrollo
de la vida a lo largo del tiempo y más en ser parte de una red que conecta
puntos a la medida de sus necesidades”.
La geografía tradicional asumió esta noción de espacio como un dato de
la realidad, como algo dado, no sujeto a indagación ni cuestionamiento en sí
mismo. Como contenedor, este espacio está cargado de objetos, sean
naturales o producto de la actividad humana, que deben ser descriptos no en sí
mismos sino en su desigual distribución, que pueden ser individualizados por un
nombre y por su ubicación según la grilla de coordenadas (posición). Como escenario
el espacio es considerado como el ámbito donde los hechos suceden entre las
cosas que están en el mismo. Estas concepciones de espacio han dificultado la
elaboración de conceptualizaciones y marcos teóricos relativos al espacio
geográfico.
El geógrafo argentino Rodolfo Bertoncello[5]
afirma que, “tradicionalmente, la teoría social dejó en manos de la geografía
la consideración del espacio. La geografía tradicional, ha considerado al espacio
fundamentalmente como un absoluto, como algo que existe en sí al margen tanto
de sus contenidos como de su percepción. Esta concepción de espacio absoluto
proviene del pensamiento clásico griego y ha imbuido al conocimiento y a la
ciencia moderna. Se trata de un espacio geométrico sobre el cual se ha
establecido un sistema de coordenadas que posibilita la ubicación de distintos
puntos”.
Actualmente, existe un amplio consenso en considerar que el espacio
geográfico, o si se quiere el espacio objeto de la geografía, es un espacio
social. Es un producto de la acción humana, de aquí que no sea un objeto
dado ni preexistente a la misma, sino que se produce socialmente y, como tal,
también históricamente. Este consenso implica un cambio muy importante respecto
de las posturas tradicionales en geografía, en la medida en que deja de suponer
que a través de su estudio se dará cuenta de la realidad en sí para aceptar en
cambio que el espacio es un objeto a ser indagado en el marco de los procesos
sociales que lo involucran, como parte de los mismos.
Según Ortega Valcárcel[6], el espacio como
producto social es “un objeto complejo y polifacético: es lo que materialmente
la sociedad crea y recrea, con una entidad física definida; es una
representación social y es un proyecto, en el que operan individuos, grupos
sociales, instituciones, relaciones sociales, con sus propias representaciones
y proyectos. El espacio se nos ofrece, además, a través de un discurso
socialmente construido, que mediatiza al tiempo que vehicula nuestra
representación y nuestras prácticas sociales. Es un producto social porque sólo
existe a través de la existencia y reproducción de la sociedad. Este espacio
tiene una doble dimensión: es a la vez material y representación mental, objeto
físico y objeto mental. Es lo que se denomina espacio
geográfico”.
Según lo detallado hasta aquí, si bien estas últimas posturas
–radicales- proporcionan al espacio mayor riqueza y complejidad, se podría
afirmar que en cierta forma mantienen una connotación determinista al igual que
los enfoques tradicionales, ya que si bien las configuraciones territoriales no
estarían determinadas por las fuerzas de la naturaleza, al afirmar que el
espacio es un “producto social” se estaría en presencia de un determinismo de tipo
social, manteniendo en vigencia las nociones del espacio como “contenedor” y
como “escenario donde ocurren los procesos sociales”, lo que le daría al
espacio un rol pasivo y estático.
En este sentido, a partir de un posicionamiento ubicado en primer momento
en la geografía radical, que tiene como uno de los exponentes más destacados en
América Latina a Milton Santos, el geógrafo americano Edward Soja plantea una
revisión de dicho enfoque al afirmar que las relaciones sociales forman el
territorio, pero que a su vez las relaciones territoriales forman las
relaciones sociales y de clase. Soja[7] utiliza el
término espacialidad para referirse al espacio social, también resultado de la
acción social y, al mismo tiempo, instancia o parte constitutiva de la misma.
Esto último representa un avance conceptual significativo de las posturas de la
geografía crítica de corte marxista en la medida en que deja de lado la
posibilidad de que el espacio sea un simple reflejo de lo social; así como la
acción social transcurre en el tiempo, también se despliega en el espacio, y
las características que este posee inciden o participan en lo social, forman
parte de lo social.
La reafirmación posmoderna del espacio no presupone una ruptura con la
modernidad, sino su reestructuración. Si consideramos que Foucault se refería
al espacio como lo fijo a diferencia del tiempo, debemos considerar que, para
Soja[8], “la espacialidad existe ontológicamente como
producto de un proceso de transformación, pero siempre permanece abierto a
posteriores transformaciones en los contextos de la vida material. (La
espacialidad) no está nunca dada o fijada permanentemente”.
En sintonía con los aportes de Soja, Doreen Massey[9]
avanza desde posturas estructuralistas y posestructuralistas esencialistas (donde
espacio es lo contrario al tiempo cronológico) hacia modelos relacionales
acerca del rol y evolución del tiempo cronológico en eventos geográficos, lo
cual se expresa en el tratamiento de temas tales como: diferencia, trayectoria,
historia, pluralidad, movimiento deconstructivo de espaciamiento, temporalidad,
modelamiento (o modelaje) cultural, encanto espacial, dislocation o
desarticulación, continuidad, movimiento.
Se propone la superación del enfoque estructuralista mediante el recurso
posestructuralista como un modo de movilizar aquello que de suyo es móvil,
dinámico y cambiante.
En este marco de análisis hacemos hincapié en los siguientes aspectos:
- el espacio geográfico
debería ser considerado como resultado y resultante de la acción social
por lo cual, lejos de ser simple y estático, es complejo, polifacético,
cambiante y dinámico.
- resulta falaz la
división entre geografía física y geografía humana, en este sentido solo
puede ser considerada una operación intelectual ya que la realidad en el
espacio geográfico no se presenta disociada en humana y física. La
explicación de las problemáticas territoriales exige el análisis tanto de
agentes y procesos naturales como sociales.
- el aporte de la
geografía en la teoría social cobra relevancia, superando las visiones
tradicionales que la consideran como una mera herramienta para la
comprensión de los procesos históricos precisos.
En función de este posicionamiento teórico y epistemológico, y sobre la
base de lo planteado en el documento del diseño curricular, consideramos
necesario que la enseñanza de la disciplina geografía debe estar
presente en primero y en segundo año del Ciclo Básico de la Educación
Secundaria, de igual modo que historia. La estructura conceptual disciplinar
exigen construir propuestas de contenidos de complejidad creciente que demandan
una disponibilidad temporal mayor a la propuesta.
A su vez sostenemos que en virtud de la creciente complejidad de las
problemáticas socio-espaciales contemporáneas y dado que la geografía es parte
constitutiva de la teoría social, esta disciplina debe estar presente además
del ciclo básico (primero y segundo año) en el ciclo superior de la escuela
secundaria. Consideramos necesario repensar las posibilidades que abre la
enseñanza de la geografía en la formación de ciudadanía, retomando que las
relaciones territoriales forman las relaciones sociales y de clase a la que
aludíamos antes.
Asimismo, y en aras de fortalecer las articulaciones entre las
diferentes disciplinas que integran las ciencias sociales, y a su vez propiciar
el interés en incursionar, aunque de manera inicial, en la actividad
investigativa, se valora la presencia del espacio curricular ‘Seminario de Ciencias
Sociales’. Sin embargo, se cree conveniente que éste cobraría mayor riqueza si
el dictado de Geografía y de Historia se realizara de modo simultáneo en ambos
años del ciclo básico, para poder retomar e integrar de esta manera los aportes
de tales disciplinas.
En consonancia con los últimos esbozos teórico-epistemológicos
descriptos en los párrafos precedentes, que si bien no contradicen los
fundamentos que sustentan la propuesta referida a geografía en el diseño
curricular de la provincia, sino que se presentan como una perspectiva
superadora, se considera deseable que los contenidos formulados deberían ser
revisados en el marco de un diseño curricular que contemple la totalidad de la
formación de la enseñanza secundaria.
Finalmente, queremos manifestar que es intención del Departamento de
Geografía de la FHUC-UNL que este documento se constituya en un aporte
propositivo ya que tiene por objeto contribuir al fortalecimiento del proceso
de repensar la enseñanza de la geografía en el nivel secundario, para lo cual
dejamos expresa la predisposición a participar de distintas instancias de
diálogo y discusión que a tales efectos puedan proponerse.
DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL
21 de Diciembre de 2011
[1] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity.
London. Simon During. The Cultural Studies Reader.
[2] Berman, Marshall (1991) Todo lo sólido se
desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. Madrid. Siglo XXI.
[3] Brunner, Joaquín (1987) “Los debates sobre la
modernidad y el futuro de América Latina”, Montevideo, CLAEH
[4] Foucault, Michel- De los espacios otros “Des
espaces autres”, Conferencia dicada en el Cercledes études architecturals, 14
de marzo de 1967, publicada en Architecture, Mouvement,Continuité, n 5, octubre
de 1984. Traducida por Pablo Blitstein y Tadeo Lima.
[5] Bertoncelllo (2006) “Soja y la teoría social”
Educar, el Portal Educativo del Estado Argentino. Geografía, en http://aportes.educ.ar/geografia/nucleo-teorico/estado-del-arte/el-espacio-geografico/el_espacio_social_1.php
[6] Ortega Valcárcel, José (2000) Los horizontes de la
geografía. Teoría de la geografía. Barcelona: Ariel.
[7] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity.
London. Simon During. The Cultural Studies Reader.
[8] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity.
London. Simon During. The Cultural Studies Reader.
[9] Massey, Doreen (2008) Pelo Espaco. Uma Nova política da espacialidades.
Río de Janeiro. Editora Bertrand. Brasil.
Se publica este documento en apoyo a la situación planteada en la provincia de Santa Fe ya explicitada en Geoperspectivas en el siguiente link
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